En primer lugar quiero agradecerle a José MaríaCumbreño la deferencia que tuvo conmigo invitándome a presentar a Irene Gruss,
poeta de la que nada sabía, ni siquiera había leído algún verso suyo. Esto para
mi no es malo, más bien, todo lo contrario, el desconocimiento de una autora,
en este caso, provoca la necesidad de descubrir su verso, sus poemas, en
definitiva, meterme en su mundo poético. Además, nada me condiciona de entrada,
lo que ayuda a forjar una idea más clara de lo que recoge su obra.
La verdad es que no me resultó difícil resistirse a la
invitación de Chema, que me dijo: Creo que puede ser interesante que un
gallego de verdad presente a una argentina. Te agradezco lo de gallego de
verdad, uno intenta ser lo poco que en realidad es. Además, los gallegos
consideramos que en Argentina está nuestra 5ª provincia, por el número de
compatriotas que allí viven, y nuestros nexos de unión son intergeneracionales.
No os voy a hablar de la biografía de Irene Gruss, la
tenéis en el cuadernillo y, también en la Wikipedia. No deja de ser curioso que
la Wikipedia en alemán recoja una reseña mucho mejor documentada que en
español.
Cuando empecé a leer sus poemas sueltos, fui incapaz
de concretar una idea clara sobre su obra, por fortuna, me hice con su obra
(in)completa, publicada bajo el título La mitad de la verdad, y empecé a
entender a la poeta, de algún modo me dejé arrastrar a su mundo creativo.
Irene Gruss publica su primer libro con 32 años, en
1982, podríamos pensar que a una edad tardía, pero no. Explico por qué. Ese
primer libro La luz en la ventana, es la raíz de la que aflora toda su
obra, a mi entender. El verso va desnudando la tristeza con la que se envuelve
el invierno, que es la metáfora de lo que nos constriñe, la pérdida de la luz,
la desazón que provoca lo irrecuperable.
También ahí encontramos una eclosión de imágenes en
forma de espejos, memoria, muerte. Los interiores habitados y deshabitados por
los que transita el ser humano. El desahogo de la confesión, redimir la pena de
lo más querido, erigir un presente con palabras hasta entonces mudas. La sutil
insinuación de quien busca un destino definitivo en el vuelo, la embriagada
duda que subyace cuando el pensamiento no abarca la necesidad de conformar el
entendimiento.
Asoman las cenizas, pero, la ceniza que es la metáfora
de lo consumido, de lo que se perdió o evaporó, es también la semilla de una
nueva primavera, de los deseos recobrados, la ceniza es el fin y el comienzo.
El mundo incompleto
Para la poeta, para los poetas, el mundo siempre está
incompleto, pese al amor, la felicidad o la superación del miedo. Todo se
construye desde el vacío, desde la necesidad o la convulsión, al menos eso creo
yo en cuanto a la poesía y a la creación se refiere.
Dijo Alejandra Pizarnik: Las palabras / no hacen el
amor / hacen la ausencia / si digo agua ¿beberé? / si digo pan ¿comeré?.
Entender y entenderse, la filosofía de género, la
búsqueda de las respuestas que no satisfacen, ese tránsito por la compresión
incomprendida de la razón, el verso como placebo de lo irresoluto.
La calma
La autora nos arrastra por la convulsión de lo
contrapuesto, sutilmente nos llena con imágenes antagónicas para mostrar ese
mundo poético en el que transita cómodamente, pese a lo convulso de la
metáfora. La madurez poética es un hecho irrefutable en el vuelo de este
poemario. Nada es en sí, lo que en sí es la verdad que aflora de la palabra, la
palabra no es otra cosa que la semiente que germina y se yergue esplendorosa
acariciando un sol de agua que fluye detenido para ahogar el sufrimiento.
Sobre el asma
La constancia en la repetición abre la puerta a la
musicalidad de los sonidos que exhala o inhala con la plenitud del alma, la
oquedad que llena la presencia materna, el refugio del miedo, de la impotencia
y la necesidad de no sucumbir sin aire, con aire.
Solo decontralto
En este libro el/la lector/a se verá envuelto por la
palabra, por la sonoridad de cada verso. Bailar con las imágenes que se
proyectan como auroras boreales suavemente en el substrato de la transparencia.
Aquí la poeta construye un diálogo riquísimo de
metáforas que nos muestran su mundo creativo con la omnipresencia del viento
que todo lo acaricia. Este libro es la cumbre de su verbo, desde aquí el vuelo
es sobre la inmensidad abarcable del tiempo. Se puede resumir la plenitud del
libro con estos versos suyos: Pájaros cantan en la mañana / soleada. / Quién
piensa en el cuervo.
En el brillo de uno
En el vidrio de uno
Irene Gruss busca en la óptica de lo que no es, y es.
Nos muestra la mirada de una autora ávida y lúcida con la palabra. Sirvan como
reflejo estos versos: No ve / lo pequeño que son las cosas. / Delirio de
grandeza / en la mirada.
Aquello que se condensa, que se muestra irrelevante,
es el vértice sobre el que erige el verso, el poema transforma la ceguera en
luz, o las noches en plenilunios. Resulta muy interesante el juego de ilusiones
ópticas que la poeta desgrana en ese libro de brillos y vidrios. Luces que se
miran y no se ven, ojos transparentes.
La dicha
Dijo Rosalía de Castro: Es feliz el que soñando
muere. Desgraciado el que muere sin soñar. En este poemario los versos
fluyen como el agua de un manantial, como el tiempo que se ha ido, como los
sueños que se han evaporado. Soñar es vivir, vivir es sentir la realidad de lo
soñado. En los primeros poemas, la poeta, nos habla en pasado de su comunión
con la naturaleza, con el mar que protagoniza su pensamiento, que le tienta y
le tiende su mano, inabarcable, acuosa.
Luego, a medida que nos vamos adentrando en ese mundo
de imágenes, la autora busca en la palabra contrapuesta la solución a los
límites del lenguaje, el vocabulario no llega, no cubre el vacío de preguntas
que preguntan y no hallan respuestas, o las respuestas son una nueva pregunta.
Esto es algo que los gallegos entendemos bien, se nos define como aquellos que
siempre responden con una pregunta.
Sigue su curso el verso, no detiene su fluir, y se
muestra en nuevos trabajos (La pared, Música amable al fin y Notas para una
tanza). Irene Gruss continúa su búsqueda de respuestas con preguntas que
responden con preguntas, una espiral que atrapa al inconformista, al que en
silencio grita su silencio, al que finge su dolor, como dijo Pessoa, con
poesía, siendo poeta.
En ocasiones, algunos pensamos en el sentido de las
cosas: por qué nos sucede tal o cual hecho, qué motivó esto, aquello, lo
otro… Pero, me interesa más el sentido poético de las cosas, de ahí se
nutre la poesía. José Saramago dijo: “no se le pregunta al poeta qué pensó o
sintió, precisamente para no tener que decirlo compone versos”. El sentido
que cada lector le da al poema, y que lo convierte en único; esa interacción,
esa mutación, hace que la poesía permanezca viva y se transforme con cada nueva
lectura.
Para Irene Gruss la palabra es una llamada de atención,
una fisura en la planicie del conformismo, la palabra es el detonante y el
remedio a la atonía generalizada. La poeta busca su propia voz para
diferenciarse con su canto en medio del mundanal ruido, la poeta es la opción y
la contradicción, la palabra y el silencio, la respuesta y la pregunta.
Muchas gracias.
Fotografías: Eladio Méndez.
Ningún comentario:
Publicar un comentario