Me hieren las espinas que arranco
de este jardín que hoy no reconozco,
y me siento atrapado en una escalera de espiral
que no conduce a ninguna parte,
cuando empiezo a estar cansado
de este trasiego al infinito -siempre inconcluso-
que inunda como una sombra mi futuro.
Quisiera emerger de este océano de fango
al campo florido de mi niñez,
cuando las horas eran años de ilusión
y las penas se perdían con la humedad en la mejilla
donde se depositaba la impaciencia.